Thursday, May 31, 2007

LLAMADME CON VUESTRO AMOR FIEL


Dice Jesús:

Cuando hago que Sofonías diga que Yo quitaré todas las cosas de la tierra, lo hago profetizar sobre lo que sucederá en la antevíspera de los últimos tiempos, aquello que Yo posteriormente anuncié delineando bajo la descripción de la ruina del Templo y de Jerusalén, de la destrucción del mundo, y lo que profetizó el Predilecto en su Apocalipsis.

Los avisos se continúan. Se puede decir que, como en un edificio sagrado construido para testimoniar la gloria del Señor, los avisos suben de pináculo en pináculo, de profeta a profeta anteriores a Cristo, hasta la cumbre mayor sobre la cual habla el Verbo durante su existencia como hombre, y después descienden de pináculo en pináculo en los siglos, por boca de los profetas subsiguientes a Cristo.

Es como un concierto que canta las alabanzas, las voluntades, las glorias del Señor, y durará hasta el momento en el cual las trompetas angélicas reunirán a los muertos de los sepulcros y los muertos del espíritu, los vivientes de la tierra y los vivientes del Cielo, para que se postren delante de la gloria visible del Señor y oigan la palabra de la Palabra de Dios, aquella palabra que muchísimos han rechazado o abandonado, desobedecido, burlado, despreciado, aquella Palabra que es Luz del mundo, y que el mundo no quiso acoger prefiriendo las tinieblas.

Yo soy la cumbre del edificio de Dios. No puede haber palabra más alta y verdadera que la mía. Pero mi espíritu está en la boca de las "palabras" menores, porque cada cosa que habla de lo que es de Dios, es palabra inspirada por Dios.

La carestía y la mortalidad de las epidemias serán algunas de las señales precursoras de mi segunda venida. Con su dolorosa fuerza os llegarán castigos creados para mortificaros y volveros a llamar a Dios, como una de las selecciones entre los hijos de Dios y de Satanás.

La hambruna ocasionada por los saqueos y por las guerras malditas, provocadas sin justificación de independencias nacionales sino únicamente por ferocidad de poder y

soberbia de demonios con vestidos de hombres, y por otra parte señales enviadas por querer de Dios, por medio del trastorno de leyes naturales, por las cuales el hielo será amargo y esponjoso, el calor será ardiente y no mitigado por las lluvias, las estaciones serán invertidas y tendréis sequía en las estaciones de lluvias y lluvias en el tiempo de maduración de las cosechas, y por esto, engañados los vegetales por repentinas tibiezas o desusadas frescuras, florecerán fuera de tiempo y los árboles después de haber producido , se recubrirán de nuevas e inútiles flores sin fruto que debilitarán la planta, -porque cualquier desorden es nocivo y conduce a la muerte, recordadlo, oh hombres-, y el hambre atormentará cruelmente esta raza malvada y enemiga de Dios.

Los animales, privados de heno y de cereales, de granos y semillas, perecerán por hambre, y por el hambre del hombre, serán sacrificados sin darles tiempo a procrear.

Pájaros del cielo y peces de las aguas, manadas y rebaños, serán atacados por todas partes para dar a vuestros vientres el alimento pues la tierra lo producirá muy escasamente.

La mortalidad ocasionada por las guerras y las epidemias, por terremotos y tempestades, arrojarán al más allá a buenos y malvados. A los primeros para castigo vuestro, que privados de los mejores, iréis cada vez peor, los segundos para su castigo pues tendrán, antes de la hora prevista, el infierno por morada.

La víctima preparada por el Señor para purificar el altar de la Tierra profanada por los pecados de idolatría, de lujuria, de odio, de soberbia, seréis vosotros hombres, que pereceréis por decenas de millares bajo la guadaña aguda de los rayos divinos. Como yerba cortada sobre un prado en abril, caeréis los unos sobre los otros: las flores santas mezcladas con las venenosas, los tiernos tallos mezclados con las punzantes espinas.

La mano de mis ángeles escogerá y separará los benditos de los malditos, llevando a los primeros al Cielo y dejando a los segundos en los tridentes de los demonios para pastura del infierno. Ser rey o mendigo, sabio o ignorante, joven o viejo, militar o sacerdote, no establecerá diferencia o defensa contra la muerte.

El castigo llegará y será tremendo. El ojo de Dios escogerá a los elegidos, que serán las "luces" y se les llamará para que no tengan que sufrir más por el ofuscamiento creado por los hombres unidos a Satanás, y eliminará las "tinieblas" generadoras de tinieblas porque están poseídas del padre de las tinieblas: Satanás.

El ojo de Dios, que penetra en los palacios, en las iglesias, en las conciencias, ―y no hay obstáculo ni hipocresía que le impida ver―, escrutará en el seno de la Iglesia: la Jerusalén de ahora, escrutará en el seno de las almas y escribirá el decreto individual para los flojos, los indiferentes, los tibios, los rebeldes, los traidores, los homicidas del espíritu, los deicidas.

No, no penséis que Dios no actuará por el bien o el mal de vuestras obras. Yo os lo juro, lo juro a Mí mismo, lo juro por mi Justicia, lo juro con triple juramento, Yo actuaré en vuestro beneficio por el bien que haréis, y para vuestro castigo por el mal cometido.

Si a vosotros las inmundicias de la carne y de vuestra vida de animales os producen escamas en los ojos de vuestra alma y os impide ver a Dios, a Dios nada le impide ver. Mi mano será pesada con los que se deleitan de estar en el lodo y en él quieren permanecer no obstante todas las invitaciones y los medios que les doy para salir. Se convertirán en fango en el fango, porque en el fango del pecado tienen el alimento preferido de su hambre impura.

El día se acerca, hijos que habéis renegado del Padre. El tiempo de la Tierra es largo y breve a la vez.

¿Acaso no era ayer que gozabais de un honesto bienestar producido por la paz y por las obras pacíficas que dan pan y trabajo? ¿Acaso no era ayer, oh vosotros que vivís esta hora tremenda, que gozabais la alegría de la familia sin separaciones ni reducida a cenizas, la alegría de los hijos en torno a la mesa del padre, del matrimonio: el esposo junto a la esposa, del padre inclinado sobre las cabezas de los niños como maestro y amigo?

¿Y ahora? ¿Dónde está todo esto? Rápido como el pájaro que vuela en playas lejanas, aquel tiempo ha pasado. Era ayer... ahora volteáis y veis que os separa un largo tiempo que el horror multiplica con su sangrienta intensidad. Os refugiáis en el recuerdo, pero montones de escombros y huesos de tumbas os destruyen la dulzura del recuerdo con la realidad del presente.

¡Oh! hombres, hombres que insultáis a Dios con la boca y el corazón creyendo que os es lícito hacerlo, oíd, hombres, la voz de Dios, desgarrada y desgarrante, que ya truena sobre el mundo porque no sirve hablaros por boca de siervos y amigos, y que os anuncie su ira, y que os llama nuevamente porque el tener que castigaros le aflige.

Antes que la ceguera de vuestros espíritus sea total, venid al Médico y a la Luz. Antes que la sangre sea tanta que sea un lago de muerte, venid a la fuente de la vida. Juntad vuestras miserables capacidades de amor y entregadlas a Dios. El Amor os perdonará por estas migajas de amor, sobrantes de la voracidad de la carne y de Satanás, que vosotros ofrecisteis a El.

A Dios deben darse las primicias y la totalidad de los bienes. Pero puesto que esto no lo habéis sabido hacer, ¡oh! hijos que me habéis costado la vida, dad al Señor grande, piadoso, poderoso, lo que todavía os queda. En vuestra pobreza de espíritu, pobreza no evangélica sino humana, arrancaos del corazón el último pedacito, negad a la carne lo que queda y dádmelo a Mí. Se que a un amado mío le cuesta menos el sacrificio de la vida, porque el amor lo extasía, que lo que cuesta a vosotros el sacrificio de un beso.

Y por vuestro esfuerzo, desproporcionado a la ofrenda, os daré un premio desproporcionado al don. Os lo daré con tal que vengáis.

Quien trabajó bien en la última hora será admitido en el Reino como el que permaneció en el arado, hasta caer sobre el mismo, desde su aurora hasta su anticipada noche. De que haya moradas diferentes en el Cielo no os lamentareis; allá no existen las mezquindades de las envidias humanas. Conquistad este Cielo que he creado para vosotros y que os he abierto con mi muerte de Cruz. Venid al Señor antes que el Señor venga sobre vosotros con su majestad de Juez.

Y por lo que toca a vosotros, mis amados, permaneced en el camino que habéis elegido. Torbellinos y tempestades no podrán haceros perder la meta que soy Yo, pues mi Corazón está abierto para recibiros con el beso de amor más vivo.

Dejad que caigan reinos y pueblos, y lo que ahora se cree poderoso se convierta en ceniza y escombros, y lo que ahora se cree lícito como imponer voluntades y doctrinas se convierta en polvo triturado por la Voluntad y por la Ley de Dios.

En mi breve reino sobre el mundo Yo seré el que reinaré, Yo y los restos de mi pueblo, o sea los verdaderos fieles, aquellos que no habrán renegado a Cristo ni recubierto la señal de Cristo con la tiara de Satanás.

Caerán entonces las mentirosas deidades del pseudopoder, las doctrinas obscenas renegadoras de Dios, Señor omnipotente.

Mi lglesia, antes que la hora del mundo termine, tendrá su resplandeciente triunfo. Nada es diferente en la vida del Cuerpo Místico de lo que fue en la vida de Cristo. Habrá el hosanna de la víspera de la Pasión, el hosanna cuando los pueblos, presas de la fascinación de la Divinidad, doblarán la rodilla delante del Señor. Después vendrá la Pasión de mi lglesia militante, y finalmente la gloria de la Resurrección eterna en el Cielo.

¡Oh! bienaventuranza de aquel día en el cual habrán terminado para siempre los engaños, las venganzas, las luchas de esta tierra, de Satanás, de la carne! Entonces mi Iglesia estará compuesta de verdaderos cristianos. Entonces en el penúltimo día serán pocos como al inicio, pero santos como al inicio. Terminará en santidad como en santidad comenzó. Fuera permanecerán los mentirosos, los traidores, los idólatras. Aquellos que en la última hora imitarán a Judas y venderán su alma a Satanás dañando el Cuerpo místico de Cristo. En ellos la Bestia tendrá sus lugartenientes para su última batalla.

Y ay de quien en Jerusalén, en los últimos tiempos se haga culpable de tal pecado. Ay de los que en ella saquen provecho de su investidura para obtener ganancia humana. Ay de los que dejarán perecer a los hermanos y olvidarán de hacer, de la Palabra que les he confiado, pan para las almas hambrientas de Dios. Entre quien renegará abiertamente de Dios y quien lo renegará con sus obras. Yo no haré diferencia. Y en verdad os digo, con dolor de Fundador excelso, que en la última hora tres cuartas partes de mi Iglesia me renegarán, y los deberé cortar del tronco como ramas muertas o corruptas de lepra inmunda.

Pero vosotros que permanecéis en Mí, oíd la promesa de Cristo. Esperadme con fidelidad y amor y Yo vendré a vosotros con todos mis dones. Con el don de los dones: Yo mismo. Vendré a redimir y a curar. Vendré a iluminar las tinieblas, a vencerlas y expulsarlas. Vendré a enseñar a los hombres a amar y adorar al Dios eterno, al Señor altísimo, al Cristo santo, al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo. Vendré a traeros no la paz de este mundo, eterno destructor de la Paz, sino la Paz del Reino que no muere.

Alegraos, oh mis siervos fieles. Esto os lo dice la boca que no miente. Vosotros no tendréis que temer de ningún mal porque pondré fin al tiempo del mal, anticiparé este fin por piedad de mis benditos. Alegraos sobre todo vosotros, mis amados de ahora. Para vosotros aún más pronto será el adviento de Cristo y su abrazo de gloria. Para vosotros ya se abren las puertas de la Ciudad de Dios y sale vuestro Salvador para veniros al encuentro y daros la Vida verdadera.

Todavía un poco más y vendré. Como a Lázaro, mi amigo, Yo os llamaré uno a uno: ¡Ven fuera!". Fuera de esta vida de la tierra que es tumba para el espíritu encarcelado en la carne. Fuera. En la Vida y en la libertad del Cielo.

Llamadme con vuestro amor fiel. Él sea la llama que funde las cadenas de la carne y da al espíritu la libertad de venir junto a Mí. Decid el más bello grito escrito por un hombre: "Ven, Señor Jesús".


29-octubre-43, página 506.

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