Thursday, May 31, 2007

UN DÍA ES COMO MIL AÑOS

Dice Jesús:


Ya he repetido una y otra vez que se cree o no se cree, que mi tiempo no se mide con vuestra medida, que serán bienaventurados los que creerán sin exigir pruebas.

Ahora añado que la profecía puede tener períodos de repetición o de aparente negación que posteriormente resulta ser una prueba puesta por Dios a la fe de los hombres.

Todas las profecías antiguas y modernas (llamo antiguas a partir de Adán a mi venida y modernas a partir de Mi venida hasta el momento presente, porque vuestros veinte siglos son una fracción de hora respecto a mi Eternidad), presentan algunos puntos que parecen equivocados, porque según vosotros debían suceder en un período determinado y no se presentaron.

Pero el ojo de mi siervo ve con mi Ojo. Vosotros en cambio veis con el vuestro. De este modo mi siervo habla o repite en mi Nombre, lo que vosotros pensáis ya acontecido y puede ser un evento todavía pendiente de suceder en lo futuro. Esto es aplicable a todas las profecías, aún las de los más grandes espíritus.

A quien mira con sus ojos humanos puede parecer equivocada y contradicha por los hechos también la Profecía perfecta: la Mía.

Leyendo los evangelios, tal parece que el fin del mundo sucede poco después de la destrucción de Jerusalén. Pero ¿cuántos siglos han transcurrido desde entonces? Sin embargo, el fin del mundo será precedido por las señales que especifico y que a la ignorancia y temor vuestro, han parecido tantas veces próximos. Solamente Yo se el momento que tendrán inicio y no considero necesario decirlo. También por bondad hacia los vivientes de aquella hora.

¡No pretenderéis pensar que Yo, Profeta perfecto por ser depositario de los secretos de la Divinidad, me haya equivocado! Así como no pensareis que se hayan equivocado Pedro, Pablo y sobre todo Juan, que permaneció unido a su Maestro también más allá del tiempo de mi tránsito entre los hombres. Y con todo, no dice Pedro: “¿El fin de todas las cosas está cercano"? (Pedro I, cap. 4, v. 7). Y Pablo: "¿...Nosotros vivientes que quedamos hasta la venida del Señor" (Tes. I, cap. 4, v. 15) y otra: "Vosotros sabéis que quien lo detiene es el Señor para que no se manifieste sino a su tiempo. Ya el misterio de la iniquidad está en acción" (Tes. II, cap. 2, v. 6-7).

Por esto parece que el Anticristo estuviese en acción desde entonces y Dios no le permitiese todavía manifestarse en pleno para ser incinerado por Mí. Y exhorta a los cristianos de ese entonces a permanecer firmes en la fe para resistir a la iniquidad en acción. Finalmente mi Juan, el más iluminado, el que tuvo conocimiento de los Cielos en facetas de eventos por acontecer conocidos únicamente por Dios y le fue abierto mi corazón con todos los secretos más secretos, ¿no termina el Libro tan sublime que parece escrito con pluma quitada a un arcángel: "...el tiempo está cercano... Heme aquí, Yo vendré pronto. El que atestigua estas cosas dice: Sí, vendré pronto"?

Pues bien, digo a vosotros las palabras de mis santos: "Delante del Señor un día es como mil años y mil años como un día. No es que el Señor retrase, sino que tiene paciencia...Existen cosas difíciles de entenderse que los ignorantes y los poco estables revuelven para su perdición".

¡Oh! bienaventurados los creyentes que están contentos sin necesidad de demasiadas pruebas, bienaventurados los que descansan sobre la Palabra del Señor aún cuando les parezca oscura y no se buscan los tormentos de Tomás, que sufrió más días que los demás por no creer en mi Resurrección , y después días adicionales por el arrepentimiento de no haber creído hasta no haber comprobado.

"Las preguntas necias, las genealogías, las discusiones y contiendas, evitadlas, pues son inútiles y vanas" como dice Pablo (a Tito, cap. 3, v. 9). Recordad que Juan escribe: "...Ahora son ya muchos los anticristos, de lo que podemos entender que es la última hora... y unos renglones más adelante escribe: No he escrito a vosotros como a quien no conoce la verdad, sino como a quien la conoce y sabe que ninguna mentira puede venir de la verdad" (I Juan, cap. 2, v. 18-21). Finalmente os recuerdo que quien repite las palabras de Dios o habla directamente, no lo hace por querer humano "sino inspirado por el Espíritu Santo" como escribe Pedro (Pedro II, cap. 1, v. 21).

9-diciembre-43, página 645.

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