Dice Jesús:
Si se observa bien lo que sucede desde hace algún tiempo, especialmente desde el inicio de este siglo que precede al segundo milenio, se puede llegar a pensar que los siete sellos han sido abiertos.
Nunca como ahora, Yo estoy obrando para regresar entre vosotros con mi Palabra a reunir los grupos de mis elegidos para iniciar, con ellos y con mis ángeles, la batalla contra las fuerzas ocultas que trabajan para agrandar las puertas del abismo y arrojar por ellas a la humanidad.
Guerra, hambre, epidemias, instrumentos de homicidio bélico, ―que son mayores que las bestias feroces mencionadas por el Predilecto―, terremotos, señales en el cielo, erupciones de las entrañas del suelo y llamadas milagrosas a caminos místicos de almas humildes movidas por el Amor, persecuciones contra mis seguidores, elevación de almas y degradación de cuerpos, nada falta en las señales por las cuales puede pareceros próximo del momento de mi Ira y de mi Justicia.
En el horror que percibís, exclamáis: "El tiempo ha llegado, más tremendo que esto no puede ser!". Y clamáis fuertemente para que esto termine. Los culpables claman burlándose y maldiciendo como siempre; los buenos claman porque no pueden ver que el Mal triunfe sobre el Bien.
¡Tened paz, mis elegidos! Un poco más y Ilegaré. La suma de sacrificio necesaria para justificar la creación del hombre y el Sacrificio del Hijo de Dios no está todavía completa. Todavía no ha terminado el reagrupamiento de mis ejércitos, y los ángeles de la Señal no han puesto todavía el sello glorioso sobre todas las frentes de los que han merecido ser elegidos a la gloria.
La infamia de la tierra es tal que su humo, poco distinto al que brota de la morada de Satanás, sube hasta los pies del trono de Dios con furia sacrílega. Antes de la aparición de mi Gloria es necesario que oriente y occidente sean purificados para ser dignos de presentarse ante mi Rostro.
Las plegarias y los sufrimientos de mis santos, de los amados de mi Corazón, de los ya señalados con mi Señal: la Cruz bendita, antes que los ángeles de la Señal los hayan marcado, serán el incienso que purifica y aceite que consagra el grande e ilimitado altar donde la última Misa será celebrada por Mí, Pontífice eterno; y el altar será compartido con todos los santos que el cielo y la tierra tendrán en aquella hora.
Es sobre la tierra que la señal se graba, y es vuestra voluntad que la graba. Después los ángeles la llenan de un oro incandescente que no desaparece, que hace resplandecer como sol vuestra frente en mi Paraíso.
Grande es el horror de ahora, amados míos, pero ¡cuánto, cuánto todavía ha de aumentar para ser el Horror de los últimos tiempos! Si os parece que ajenjo se ha mezclado al pan, al vino, al sueño del hombre, mucho, mucho, mucho más ajenjo debe todavía caer sobre vuestras aguas, sobre vuestras mesas, sobre vuestros lechos antes de que hayáis alcanzado la amargura total, que será la compañera de los últimos días de esta raza creada por el Amor, salvada por el Amor y que se ha vendido al Odio.
Si Caín anduvo errante por la tierra por haber derramado una sangre inocente, pero siempre sangre contaminada con la culpa de origen, y no encontró quien le quitase el tormento del recuerdo, y procreó en la amargura, vivió en la amargura y en la amargura murió, porque la señal de Dios estaba sobre él para su castigo, ¿qué no debe sufrir la raza del hombre que mató de hecho y mata, con el deseo, la Sangre inocentísima que lo ha salvado?
Por esto, concluid que éstos son avances, pero no es todavía la hora.
Están ya los precursores de aquel que he dicho que puede llamarse: "Negación", "Mal hecho carne", "Horror", "Sacrilegio", "Hijo de Satanás", "Venganza", "Destrucción", y podría continuar dándole nombres claramente indicativos. Pero él no existe todavía.
Será una persona muy en alto, en alto como un astro. No un astro humano que brille en un cielo humano, sino un astro de una esfera sobrenatural, el cual, cediendo al halago del Enemigo, conocerá la soberbia después de la humildad, el ateísmo después de la fe, la lujuria después de la castidad, el hambre de oro después de la evangélica pobreza, la sed de los honores, después de una vida escondida.
Será menos pavoroso ver caer una estrella del firmamento, que ver precipitarse en los lazos de Satanás esta criatura ya elegida, la cual de su padre de elección copiará el pecado. Lucifer, por soberbia, se convirtió en el Maldito, el Oscuro. El Anticristo, por soberbia de una hora, se convertirá en el maldito y el oscuro después de haber sido un astro de mi ejército...
Los cielos se sacudirán con un estremecimiento de horror y hará temblar las columnas de mi Iglesia en el espanto que ocasionará el derrumbe de esta criatura, que como premio de su abjuración obtendrá la ayuda completa de Satanás, el cual le dará las llaves del pozo del abismo para que lo abra. Pero lo abrirá del todo para que salgan los instrumentos de horror, que en los milenios Satanás ha fabricado para llevar a los hombres a la total desesperación, de manera que ellos mismos invoquen como rey a Satanás, y corran en seguimiento del Anticristo, el único que podrá abrir las puertas del abismo para hacer salir al Rey del abismo, así como Cristo ha abierto las puertas del Cielo para hacer salir la gracia y el perdón, que hacen a los hombres semejantes a Dios y reyes de un Reino eterno en el cual el Rey de reyes soy Yo.
Como el Padre me ha dado a Mí todo poder, así Satanás dará a él todo poder, especialmente el poder de seducción, para arrastrar en su seguimiento a los débiles y a los quemados por las fiebres de las ambiciones como lo es él mismo, su guía. Pero en su desenfrenada ambición considerará todavía muy escasas las ayudas sobrenaturales de Satanás y buscará otras ayudas con los enemigos de Cristo, los cuales, en su lujuria con el mal, lo ayudarán y se empeñarán en crear armas cada vez más mortíferas, para sembrar desesperación en las gentes hasta que Dios diga su "Basta" y los pulverice con el resplandor de su presencia. (Derrota del Anticristo, pero no Juicio Universal).
No por sed buena y por deseo honrado de poner freno al mal imperante, sino más bien por curiosidad inútil, mucho, demasiado se ha especulado, en los siglos, sobre lo que Juan dice en el capítulo 10 del Apocalipsis. Pero entiende María, que Yo permito que se sepa lo que puede ser útil saber y oculto lo que encuentro conveniente que no sepáis.
Sois demasiado débiles, pobres hijos míos, para conocer el nombre de honor de los "siete truenos" apocalípticos. Mi ángel le dijo a Juan: "Sella lo que han dicho los siete truenos y no lo escribas": Juan no lo ha escrito y Yo no lo diré. Yo digo que lo que está sellado no es todavía la hora de que se abra.
Por lo demás a vosotros no os toca probar ese horror y por eso... No os corresponde sino orar por los que lo deberán sufrir, para que la fuerza no naufrague en ellos y no pasen a formar parte de la multitud de los que bajo el azote del flagelo no harán penitencia y blasfemarán a Dios en lugar de llamarlo en su ayuda.
Muchos de éstos están ya sobre la tierra y su semilla será siete veces siete más demoníaca que ellos.
Yo, no mi ángel. Yo mismo juro que cuando haya terminado el trueno de la séptima trompeta y terminado el horror del séptimo flagelo, sin que la raza de Adán reconozca a Cristo Rey, Señor, Redentor y Dios, e invoque su Misericordia, su Nombre en el cual está la salvación, Yo, por mi Nombre y por mi Naturaleza, juro que detendré el momento en la eternidad. Terminará el tiempo y comenzará el Juicio. El Juicio que divide eternamente el Bien del Mal, después de milenios de convivencia sobre la tierra.
El Bien volverá a la fuente de la cual ha venido. El Mal se precipitará donde ya había sido arrojado desde el momento de la rebelión de Lucifer y de donde salió para perturbar la debilidad de Adán seduciéndolo en el sentido y el orgullo.
Entonces el misterio de Dios se cumplirá. Entonces conoceréis a Dios. Todos, todos los hombres de la tierra, desde Adán hasta el último nacido, reunidos como granos de arena sobre la duna de la playa eterna, verán a Dios Señor, Creador, Juez, Rey.
Si, veréis a este Dios que habéis amado, blasfemado, seguido, burlado, bendecido, despreciado, servido, olvidado. Lo veréis. Sabréis entonces cuánto merecía vuestro amor y cómo era meritorio el servirlo.
¡Oh! alegría de los que se habrán consumido a sí mismos en el amarlo y obedecerlo! ¡Oh! terror de los que han sido sus Judas, sus Caínes, los que han preferido seguir al Antagonista y al Seductor en lugar del Verbo humanizado en el cual está la Redención; del Cristo: Camino al Padre; de Jesús: Verdad santísima; del Verbo: Vida verdadera.
20- agosto-43, página 145.
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